martes, 21 de diciembre de 2010

El cabaret alemán en los años 20




¿Qué tal un nightclub atestado de gente con habitaciones llenas de humo, pequeñas mesas, sombrías luces y el distante tecleo del piano con una jarra de cerveza sobre él?
Cultura, política e historia a menudo han tenido una compleja relación. Quizá el mejor ejemplo sea la Alemania del cabaret en los años veinte.



El Cabaret era una distintiva forma de arte en Alemania -una combinación de baile, canciones, drama y otros números diseñados para hacer pensar al público mientras se divertía. Usando una letal combinación de alcohol, sexo y política, los cabarets alemanes del siglo XX eran el centro de un estructurado ambiente con una serie de pequeñas mesas donde la audiencia podía comer, beber y ver las actuaciones.
La mezcla de comida, bebida y arte fue una combinación única que alimentaba un nivel de intimidad entre performers y espectadores inaudita hasta ese momento.





La ambigüedad y la permisividad sexual eran una marca de la época

Pero, exactamente ¿qué tenía ésto que ver con la política?. Los cabarets jugaban un papel especial como vía alternativa de discursos políticos conjugados con entretenimiento banal.
Pasaron a ser un barómetro de la opinión pública y una forma de escapismo que enlazaba el contenido político y la sátira. Ese delicado equilibrio hace que el cabaret alemán del siglo XX sea tan fascinante para explorar.


Cabaret durante la I Guerra Mundial: 1914-1919

Durante la Primera Guerra Mundial no se desarrolló ni la crítica social ni el comentario político en el cabaret, puesto que existió una férrea censura en tiempos del Káiser Guillermo II hasta 1918, cuando acabó la guerra y se instauró la República.

I Guerra Mundial

El cabaret llegó a Alemania en 1901, aproximádamente veinte años después de su comienzo en Francia, y le llevó dos décadas encontrar su propio y particular estilo.

Cartel anunciando un espectáculo

Halló una salida en Múnich, una ciudad mucho más pequeña que Berlín, llena de artistas e intelectuales que dotaban de un entorno universal a un ambiente de "cultura de café"; aunque, debido a la censura,  eran incapaces de alterar el arte para reflejar el nuevo contexto alemán. Aún así había excepciones, como el primer cabaret de Múnich, Die Elf Scharfrichter (“Once Verdugos” en español), que usaba su estatus de club privado para saltarse la regla. El movimiento como un todo aún no estaba unificado ni tenía nada de excepcional.


El "Once Verdugos" de Múnich


Los cafés eran lugares de reunión de artistas e intelectuales

El Cabaret de antes de 1919 estaba fuertemente influenciado por la guerra, chorreando nacionalismo y poco más, como reseñan artículos de la época:
"Aislado de todo contacto con sus vecinos europeos, el cabaret alemán se hunde en lo más bajo del género. La incompetencia se justifica a sí misma con inflamadas orgías de patriotismo que buscan el aplauso fácil."




Existía controversia sobre si mantener lugares de entretenimiento durante la guerra. Durante las primeras semanas de la contienda, cerraron muchos cabarets por toda Alemania -sólo para reabrir más tarde cuando fue evidente que tomar Francia sería más difícil de lo que originalmente se creía. Existían dos maneras de pensar: los que creían que eran tiempos demasiado serios para garantizar entretenimiento con locales de divertimento y bebida, y los que mantenían que precisamente por eso eran necesarios.




El cabaret Cabaret en la República de Weimar: 1919-1933

La República de Weimar es, quizás, el período más interesante para el cabaret en la historia del siglo XX. Los ejemplos en Berlín y Múnich fueron de tal influencia que en pocos años la revolucionaria transformación de los hábitos artísticos y mentales de los alemanes estaba casi completa... ansiaban color, desorden y desatar las artes teatrales.


Ésta sed por fin se apagó después de la guerra: el colapso del Imperio, los tumultos revolucionarios y el establecimiento de una República Social Democrática, junto con los infortunios y la elevada  inflación, fueron aguas turbulentas en las que los cabaretistas podían pescar con un éxito espectacular. 


Maneras de buscar trabajo



 Berlín se convirtió en el vértice, absorbiendo las energías y talentos del resto de Alemania. El escritor austríaco Stefan Zweig lo describe así:  
 Berlín se transformó a sí misma en el Babel del mundo. Bares, parques de atracciones y tabernas florecieron como champiñones. Fue un verdadero gran sabbath, que convirtió en perversión su vehemencia y amor por el sistema. Entre el colapso general de los valores, una clase de demencia prendió precisamente en los círculos de clase media que hasta el momento eran inquebrantables en el orden y la disciplina. En medio de ésta ruptura, el cabaret, visto antes como la obsesión de cierto tipo de liberación individual, se convirtió en anzuelo para la audiencia burguesa y bohemia.

Wintergarten, el más famoso cabaret de Berlín



Debido al nuevo gobierno, mucho más liberal, la censura se relajó y los cabaretistas se encontraron con mucha más libertad para discutir cualquier tema relevante de la vida en Alemania durante los años veinte y treinta. Sus tópicos favoritos fueron el sexo y política. Algunas actuaciones fueron tan lascivas que, mucho más tarde, durante la II Guerra Mundial, se hizo necesario distinguir entre actuaciones de interés libidinoso (Cabaret) y aquellas que se centraban en el discurso político (Kabarett).




El nacionalismo extremo heredado de los tiempos imperiales no desapareció inmediatamente. Muchos cabarets se pasaron la primera mitad de los años 20 tratando de apartarse de la retórica nacionalista fomentada por la previa guerra mundial. Las huelgas también eran comunes y el nacionalismo de muchos se intensificó con el miedo a que algo similar a la Revolución Bolchevique de Rusia pudiera ocurrir en Alemania. La economía estaba fuera de control y la superinflación empezó a polarizar cada vez más a los políticos alemanes. Ambos, la derecha y la izquierda, usaron el medio del cabaret para presentar sus opuestas visiones políticas.

Alexanderplatz, Berlín años 20


Muchos escritores y actores, desde cabarets liberales de Berlín, escribieron artículos criticando a los "humoristas políticos" que aparecían en cabarets chovinistas y shows de variedades. Un artista que usaba el pseudónimo de Dr. Allos escribía: "Lo que es importante en éstas recitaciones patrióticas es el hecho de que la palabra "alemanes" debe aparecer dos veces en cada línea. Uno debe también evitar mencionar verdades desagradables: todo debe ser prometedor, especialmente el pasado y el futuro, y uno debe terminar con  la enérgica recomendación de volver al trabajo"

Locos años 20 frente a la Puerta de Brandenburgo

El resultado de esos conflictos ideológicos fue una extremadamente rica producción de material de la que  se nutrieron los cabarets. Los artistas tenían libertad para criticar y satirizar, debido a la eliminación de la censura, y la opinión pública apoyaba la discusión abierta. Pero no todas las ´perfomances` eran profundamente políticas, muchas reflejaban hechos cotidianos y satirizaban figuras públicas mientras la audiencia mantenía un rol activo en los shows.

 Margo Lion y Wilhelm Bendow, famosos cabaretistas (1927)

Se habían ido con la guerra las opiniones cuya única manera de ser sostenidas era mordiéndose la lengua: en vez de eso, el perído de entreguerras ayudó a alentar a los ciudadanos alemanes a examinar, criticar e intentar encontrar un modo de vida mejor. En consecuencia la popularidad del cabaret fue doble:
a) los ciudadanos veían un medio de examinar al Estado,
b) deprimida por la inestabilidad de los años de entreguerras, la gente estaba desesperada por la necesidad de distracción, diversión y otros beneficios que el cabaret ofrecía.


Anita Berber, la reina del cabaret

Anita Berber en la portada de una revista femenina, lo que dá una idea de su popularidad


 La clave de por qué el cabaret alemán prosperó en la República de Weimar reside en dos factores combinados: la falta de culpabilidad y la permisividad del ambiente. La gente podía ir al cabaret, tomarse una cerveza, echar unas risas y criticar al Estado sin sentir que estaban socavando la imagen de Alemania. De ahí pasó el cabaret de existir sólo en un sentido técnico en la I Guerra Mundial a ser una poderosa fuerza cultural, intelectual y política en la que se convirtió con la República de Weimar.

Margo Lion

"Terrible mal gusto. ¡Pero a qué nivel!" escribió Bertolt Brecht de la estridente capital. "Deberías robar 500 marcos y seguirme". Pero, ¿qué atrajo Brecht y a otras brillantes mentes a Berlín?. Había una fascinación, una atmósfera ecléctica, cinismo, y un fermento intelectual que caracterizaba Berlín en los años veinte.

La joven Marlene Dietrich se relacionaba con famosas cabareteras

Una explosión de alegría invadía Berlin como una nube tóxica. Llena de alcohol, drogas y bellas mujeres. "Hay dos clases de lugares" escribía un contemporáneo de Bertolt Brecht, "aquellos de los que uno habla, y aquellos de los que uno no habla pero frecuenta igualmente", incluídas las inmersiones en el nightclub Eldorado "donde la aritmética del amor no se da sin equívocos".


Eldorado nightclub

Para Brecht, como para el resto de bohemios de la ciudad, había uno, sólo un lugar de reunión: el Café Romanische. Allí se encontraban escritores, artistas, marchantes de arte, periodistas, poetas, bailarines, músicos y abogados divorcistas para hablar eternamente sobre un café y el ocasional huevo hervido servido en vaso.

Café Romanische

Cabaret en la Alemania nazi: 1933-1945


Como es de imaginar, la Alemania Nazi no fue el mejor entorno para el cabaret. El cabaret alemán sufrió en diferentes niveles. Primero, muchos actores de cabaret y empresarios eran judíos o liberales y por tanto objetivo de los nazis: la mayoría huyó del país en las primeras semanas después de la victoria nazi. Los que escogieron quedarse fueron forzados a producir espectáculos apolíticos y, más tarde, obligados a hacer "cabaret positivo", término acuñado por los nazis pensado para proporcionar una única y laudatoria respuesta a las hazañas nazis.

El cabaret Wintergarten en la época nazi

Esto duró hasta 1937 cuando Joseph Goebbels ilegalizó todas las formas de expresión política en el estado alemán. Con la movilización de los hombres alemanes fuera de la vida civil en 1939, las mujeres dominaron los pocos especímenes que quedaron de lo que solía ser el cabaret hasta que la guerra arruinó físicamente todos los locales.
Goebbels

La opinión pública no volvió a apoyar el cabaret -visto como frívolo en comparación con los eventos del momento, a la vez que falto de sus valores de libertad de expresión.

Soldados nazis delante de Eldorado

Famosos maestros de ceremonias, coreógrafos, compositores, actores... cometieron suicidio o murieron en campos de concentración provocando la desaparición de su intangible arte.















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domingo, 19 de diciembre de 2010

Barcelona en 1908




viernes, 17 de diciembre de 2010

Museo Coconut

Siguiendo la tradición de La hora chanante y de Muchachada Nui llega Museo Coconut:


lunes, 13 de diciembre de 2010

Arquitectura en Star Wars




Una de las grandes cosas que las precuelas de Star Wars han hecho muy bien, es continuar mostrando los increíbles mundos que George Lucas y su equipo de artistas crearon, en el espacio de tres películas, especialmente en Episodio III: La venganza de los Sith -desde el volcánico y peligroso Mustafa a el exuberante y tropical mundo de Kashyyyk- y otra vez, en ésta película, la increíble y bella capital de Coruscant, y su Distrito del Senado, de la tristemente corrupta República.

En el Architect´s Journal han seleccionado los diez mejores edificios de La Guerra de las Galaxias:



10. Ciudad Nube, Bespin.



























9- Edificio del Senado, Coruscant.

















8- Sandcrawler, Tatooine.




7- Aldea del Árbol Brillante, Endor.











6- Echo Base, Hoth.





5- Viviendas artesanales, Tatooine.















4- Coruscant.
















 3- Templo Jedi, Coruscant.
















2. Palacio de Jabba, el Hutt, Tatooine.











1- Estrella de la Muerte II.











Influencias en la número1: Ledoux
                                         Boullée

Referencias: